martes, 14 de febrero de 2012

Isla, Mar, Corales y Puerto


Isla
  Los archipiélagos son grandes puentes para cruzar el mar, el mar de la complejidad inabarcable por cualquier nado. Lo peligroso de ellos es enamorarse de una de sus islas y refugiarse en ella creyendo que es tierra firme, perdiendo, en un olvido, el coraje a la entrega, porque allí, sobre una isla solitaria, una palabra, la complejidad aunque no lo parezca también subsiste.

Mar
  La isla y su eterno jazmín de alambre, la seguridad de estar con los pies sobre algo sólido y real, un pequeño césped colorido, la concreta noción de que allá hay agua y acá (doblando la esquina, mirando para el nordeste) más agua, a nado mariposa –que es decir de espaldas–, a nado plancha, ¡la relajación! Para que se vaya inscribiendo la suerte del náufrago que se sabe perdido en la existencia, pero de todas maneras no se atreve a matarse, a dispararse con un canto rodado, con un huevo de codorniz, que es otra resolución a lo mejor trágica.

Corales
  Vos siempre te vas a los corales y me hablas de profundidades que desconozco. Me decís en un lenguaje ajeno, cosas hundidas, materia esfumada, y pretendes que me maquille aquí en la oscuridad donde no me puedo ver, donde los espejos y las aguas no reflejan. ¿Y para qué? ¿Para que necesitas de los colores si los insectos no sienten, y los caracoles son eso, insectos, babosas dentro de caracoles?
  Construyamos bajo aquel árbol un refugio. Quedémonos en esta isla a alucinar con el hambre, a amarnos con la muerte, a ser devorados por la soledad, seamos el miedo, lo todavía no decidido, porque aún no estamos listos para cruzar el horizonte que nos lleva a África, al sol.

Puerto
  Nadando se llega a Roma –lo dudo–, se llega a un cansancio en los brazos comparable con el miedo.
  Lo que se busca se encarcela en una caja de cristal, en el humo verde de la cabeza que piensa con el culo. Así va moviéndose el paladín de la pluma, quitándose la armadura (los prejuicios, el dolor aglomerado en el yelmo), para nadar contra corriente, desnudo, hacia el sol, hacia un punto más minúsculo y brillante que la realidad.