I
Sucede que a veces entre la
limonada y la lavada de cara, en ese hueco que se va formando, en esa
inconclusión donde no se sabe bien qué hacer, mientras que a otros todo les sale
de viento en popa, a mí se me apaga el cigarro, esto es porque me lavo la cara
con el cigarrillo en la mano o bien, tomo mi limonada con el pucho sobre la
boca, inconsciencia, asimilación, o no sé.
Digamos que el pedazo de fuego ceniciento, y
las sustancias en estado líquido, no son, por así decirlo, compatibles, de modo
que lo más indicado para la propia salud es hacer cada cosa a su debido tiempo.
Pero el tiempo ya se sabe…
II
Sucede a su vez que el cuerpo es fuego y
agua, sangre y hueso; y que en el mismo tiempo y espacio se yuxtaponen sueños y
realidades, mares y desiertos, esclareciendo lo que en mi barrio se llama la
verdad de la torta: la hipótesis anterior caduca en el momento empírico en que
yo aprendo a fumar sumergido en una tormenta de Buenos Aires, o al tener un
orgasmo con el frío de una muñeca rusa.
III
Pero el tiempo… Ese buitre
bien alimentado por gente de gordos corazones, gente que no es otra cosa que
una programación corporal: esto es fuego, esto es agua, el agua apaga el fuego,
el limón limpia el sistema digestivo, con el fuego nos lavamos la cara (no, así
no) así se va de puerta en puente, y entonces no sorprende que entre la docena
de empanadas de carne haya una de pollo subestimándonos, que se recibe con gran
indignación sólo saciable con una queja, sólo saciable con el tirar de la
cadena del baño, con la empanada viajando hacia una dimensión nueva y
asquerosa. Otro limón y otro cigarro, tratando de evitar la simultaneidad, ¿qué
será del tiempo durante el intervalo entre la lavada de cara y la limpieza
digestiva, previa a las caricias agotables?
IV
Será la hora del suicido de los pájaros, será
la era del no tiempo, cuando la presa por fin sea el buitre y el corazón
cazador gane en el juego, y allí, en esa hora, el sistema digestivo al fin se
anime a quedar con la suciedad y aguante todo, dolor, sufrimiento, muerte,
empanadas de pollo, o como quieras llamarlo; y entonces, no tendremos miedo a
lo agotable de las caricias porque sabremos que serán ellas en sí
interminables. Tiempo y espacio, Realidades y Sueños, todo se comprimirá en
unas gotas de ácido puestas en algún té.
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